Debido a las circunstancias políticas del país, debe acompañar a su padre, carlista militante, en su exilio en Beziers, Francia. Allí, Riquer comienza sus estudios en la escuela de La Inmaculada Concepción, donde permanece entre 1869 y 1871. Más adelante se traslada a Toulouse, donde se matricula en la escuela de Bellas Artes e inicia su carrera pictórica.

Ya en Barcelona, desde 1874 es alumno de la escuela de Bellas Artes La Llotja, donde entre otros tiene como maestro a Tomás Padró. En estos años debuta en la poesía con Notas del alma (1975). En 1879 viaja a Roma y visita algunas de las ciudades más destacadas de Italia como Venecia, Florencia y Milán. También viaja a París y a Londres, donde conoce el movimiento Arts and Crafts y el Aesthetic Movement, que ejercerán una gran influencia sobre él. En 1885 se casa con Dolors Palu González de

Quijano, hija de una familia culta y con quien tiene nueve hijos, de los que fallecieron tres. Años más tarde, en 1911, se casa con la escritora francesa Marguerite Laborde.

Instalado definitivamente en Barcelona, se dedica al diseño industrial y consigue trabajar para empresas muy importantes del Modernismo catalán como las Industrias Artísticas de Francesc Vidal Jevellí. También prueba su talento en la joyería y orfebrería y llega a montar un taller familiar, domiciliado en Barcelona. Otra faceta de su diversa actividad artística es su obra como ilustrador. Por otra parte, su profundo sentimiento cristiano le lleva a unirse en 1893 al Cercle Artistic de Sant LLuc. Pero si por algo es famoso es por su labor como cartelista, función en la que sabe combinar su visión personal con el estilo refinado y preciosista de su época. Algunos de sus carteles más conocidos son los que realiza para la Tercera Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas, de Barcelona en 1896; o el del Salón Pedal, del año 1897.

La religión y el arte, tan importantes en su vida, se unen en su trabajo en la Abadía de Montserrat, mientras que la imbricación entre pintura y comercio se manifiesta en la decoración del Instituto Industrial de Terrasa. Para completar el panorama, su implicación en el diseño de algunas viviendas del Ensanche de Barcelona le convierte en uno de los más destacados representantes del renacer catalán del cambio de sigo y en un relevante promotor del Art Nouveau. Para muchos su legado más importante se encuentra en la decoración de la antesala del Círculo del Liceo barcelonés.

Su dominio de diferentes disciplinas y su amplio espectro de intereses se despliega de manera deslumbrante en el campo del libro, donde mezcló su interés por la literatura y el dibujo en la publicación de sus propias poesías bellamente editadas, como se puede comprobar en Crisantemes (1899) y Anyoranses (1902). También es director de la revista Joventut, desde la que expresa sus inquietudes y reivindica su manera de ver el arte. Tras una vida repleta de éxitos en diferentes campos artísticos, convertido en un referente del Modernismo, desde 1911 se dedica casi por completo a la pintura hasta su fallecimiento en Palma de Mallorca en 1920.