Nació en Sevilla el 10 de noviembre de 1835, padeciendo un grave problema ocular que la deja prácticamente invidente tan solo ocho días después. Aunque se recuperó parcialmente, los problemas de visión la acompañarían el resto de su vida. No se sabe con exactitud si su padre falleció o abandonó a la familia a una edad temprana de la niña, siendo su ausencia, en cualquier caso, un hecho en la infancia de la autora. Por tanto, su madre se consagró a la educación de su hija, la cual ya leía adecuadamente a los cinco años y comenzó a escribir sus propios poemas a los diez.

A partir de 1860, año en el que fallece su madre, se verá obligada a soportar una larga serie de vicisitudes económicas, dependiendo de la caridad esporádica de unos familiares y los bonos de comida de un centro benéfico. Sus casi inexistentes ingresos provenían de realizar labores como recadera y como costurera, pero, dado que esta tarea empeoró su ya limitada visión, la desesperación la llevó a plantearse el suicidio.

No obstante, será entonces cuando oiga hablar por primera vez del espiritismo y este dé respuesta a muchas de sus dudas y conflictos existenciales. Esto no solo la alejó de la idea de quitarse la vida, sino que la entusiasmó tanto que se puso inmediatamente en contacto con el director de una de las revistas espiritistas de referencia de la época, El Criterio. De este modo, conoció al vizconde Antonio de Torres Solanot y Casas, el cual la acogería bajo su protección y le publicaría en 1872 su primer artículo, “La fe espiritista”, en el nº 9 de El Criterio.

Por supuesto, este tipo de creencias entraban en conflicto con la Iglesia Católica, la cual atacaba abiertamente al espiritismo y llevó a Amalia Domingo Soler a protagonizar varias controversias. Gran defensora de la educación de la mujer y de la instrucción laica en las escuelas, culpaba a la institución de la Iglesia del atraso del país y no tuvo problema en responder a las acusaciones que recibía. La escritora se dedicó a participar activamente en las labores de varios de los centros de la Sociedad Espiritista Española y colaboró con diversas revistas nacionales e internacionales relacionadas con el espiritismo.

En cuanto a su obra, no solo consta de artículos y prensa, también cultivó otros géneros tales como la poesía (Ramos de violetas, Consejos de Ultratumba, etc.), la literatura infantil, el relato corto (Cuentos espiritistas) o incluso obras dictadas a través de médiums (Memorias del Padre Germán). Además de añadir enseñanzas sobre el espiritismo, es habitual en su estilo literario el incluirse ella misma en la historia para dotarla de cierta sensación de verosimilitud al narrarla en primera persona.

Asimismo, cabe destacar la publicación La Luz del porvenir (1879-1899), revista espiritista que fundará y dirigirá durante 20 años, la cual estaba orientada y redacta da exclusivamente por mujeres. No carente de polémica (siendo incluso censurada durante unos meses), la publicación incluyó un variado conjunto de secciones, entre las que se distinguen su “Sección benéfica”, gracias a la cual recogió unas 10000 pesetas para viudas y huérfanos, y sus “Comunicaciones”. Dentro de esta última, dedicada a recoger los mensajes enviados desde el más allá, sobresalen algunas personalidades como Colón, Bécquer o Benjamin Franklin.

Fallece el 29 de abril de 1909 en Barcelona, si bien su última obra, autobiográfica, no se publicará hasta tres años después. Las Memorias de la insigne cantora del espiritismo Amalia Domingo Soler cumplen con sus creencias de ultratumba, ya que el prólogo asegura que parte de la obra ha sido redactada a su médium por la difunta misma.

(Servicio de Información Bibliográfica)