Elena Fortún (1886-1952)

Novelista madrileña bautizada con el nombre de Encarnación Aragoneses, hija única y con mala salud, durante su infancia fue sobreprotegida por su madre y vivió aislada en una soledad de la que escapaba gracias a su gran imaginación. Tras la muerte de su padre, que la sumió en una difícil situación económica, abandonó el colegio con catorce años, y a los veinte se casó con un primo segundo, militar y escritor, de quien no tardó en distanciarse, pero de quien nunca se divorciaría.

Durante su juventud conoció a varias mujeres que influirían decisivamente en su dedicación a las letras, como María Lejárraga o Mercedes Hernández, en cuya casa de Tenerife pasaría dos años tras la muerte de su hijo en 1920. La familia de Mercedes se convertiría en la inspiración de sus personajes más famosos. Así, su hija Florinda sería el modelo de Celia, y su hijo Félix el de Cuchifritín. En 1924 regresó a Madrid e inició una amplia actividad cultural. Participó en el Lyceum Club Femenino, colaboró con una asociación de ciegos (para lo que aprende a leer en braille), se interesó por la teosofía y realizó estudios de biblioteconomía en la Residencia de Señoritas dirigida por María de Maeztu.

Hito en la literatura infantil española

En estos años también comenzó a colaborar en la prensa, y en 1928, animada por Lejárraga, publicó sus relatos en Gente Menuda, el suplemento dedicado al público infantil de la revista Blanco y Negro, en los que ya apareció su personaje más famoso, Celia. Sus historias alcanzaron una popularidad inmediata y en 1935 aparecieron recopiladas en un volumen publicado por la editorial Aguilar, con la que mantendrá una larga vinculación.

Fortún marcó un hito en la historia de la literatura infantil española gracias a su gran calidad literaria, a la profundidad con que dotó a sus personajes y a la incorporación de un añadido de tristeza hasta entonces vetado en las creaciones dirigidas a los niños.

Gran defensora de los valores liberales, feminista convencida y lesbiana obligada a mantener oculta su inclinación sexual, durante la Guerra Civil mantuvo su activismo a favor del bando republicano. Durante los duros años de contienda permaneció en Madrid, donde conocería de primera mano el material que le serviría para escribir una de sus obras más relevantes, Celia en la revolución, en la que no ahorró crudeza y dramatismo, describiendo escenas de inusitada explicitud para un libro en principio dirigido a los niños. De igual manera, pese a sus convicciones políticas, en la novela no hay partidismo alguno, sino que se describen sin paños calientes las atrocidades cometidas por ambos bandos. Aunque concluyó su redacción en 1943, no se publicará hasta 1987.

La admiración de la nueva generación

Exiliada en Argentina junto a su marido, que había formado parte del ejército republicano, en Buenos Aires colaboró asiduamente con el diario Crítica y trabajó en la Biblioteca Municipal. También continuó con su labor literaria y en 1944 apareció Celia, institutriz en América. Pese a que durante un tiempo sus libros habían sido prohibidos, su fama en España seguía intacta, y en 1948 decidió regresar, pero mientras se encontraba en Madrid poniendo en orden su situación legal, su marido se suicidó en Buenos Aires. Tras una breve estancia en Nueva York junto a su hijo, en 1950 se instaló definitivamente en Barcelona, desde donde siguió publicando con éxito libros como Patita y Mila, estudiantes. Además de la fidelidad de los lectores, también se encontró con la admiración y el cariño de una nueva generación de escritoras, encabezadas por Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite y Esther Tusquets, quienes la consideraban su maestra. En 1952 moriría en Madrid.

(Servicio de Información Bibliográfica)