En 1894, se muda a Granada, en cuya Universidad se matricula en el Preparatorio de Derecho, bajo la influencia de su padre, pero acude a clases de literatura en secreto. En 1893, escribe su primer poemario, Intimidades, seguido en 1897 por Flores de almendro, en los que se aprecia una influencia romántica y el interés del poeta por lo andaluz.

Participa en diversas revistas noventayochentistas, tales como Germinal, Electra y Revista Nueva. La inestabilidad económica y la presión de sus padres descontentos con la vida que ha elegido le obligan a volver a Almería, donde su poesía ya es conocida y muy admirada.

Regresa sin embargo a Madrid, desafiando la autoridad paternal, pero disfrutando ya de un éxito significativo, y consigue que sus poemas sean pagados aunque la remuneración sea escasa. En 1899, mientras dirige la revista Álbum de Madrid, se publica su poemario Luchas, una réplica a los que critican su nueva estética.

En el círculo de literatos que frecuenta, el poeta almeriense es apreciado por todos tanto por su genio literario como por su cordialidad. Forma un dúo sin fisuras con Carrere, quien comparte con él su sueldo. Asimismo mantiene relaciones muy estrechas con Juan Ramón Jiménez, quien siempre elogia su poesía. En 1899, conoce a su futura esposa, Elisa González Columbie (hermana de la novia de Manuel Machado), cuya fascinante fragilidad la convierte en una musa para los poemas amorosos de Villaespesa.

Francisco Villaespesa, modernista

En 1900 el poeta publica su obra quizá más famosa, La copa del rey de Thule, que lo define ya como modernista pues sugiere una ruptura con la estética anterior: resalta la renovación de la métrica así como de los temas, reminiscentes del modernismo de Darío, que incluyen el medievalismo y un enfoque erótico en lo sagrado. La sinestesia y la descripción impresionista caracterizan de igual modo la obra.

El repentino fallecimiento de su mujer en 1903 destroza al escritor, y supone un giro melancólico a su poesía, como lo atestiguan sus libros Viaje sentimental e In memoriam (elegías), publicados ese mismo año.

Después de un viaje de duelo por Portugal, Italia, Francia, Bélgica, Suiza y Andalucía, regresa a Madrid donde poco después, conoce a segunda esposa, María García Robiou. El vitalismo de Villaespesa vuelve a imponerse: con Tristitiae rerum (1906), introduce nuevas temáticas –el retorno a la infancia, la nostalgia del amor perdido–, y recurre a una simbología reminiscente del estilo de Antonio Machado.

Sus siguientes obras, Carmen (1907), El patio de los arrayanes (1908), El mirador de Lindaraxa (1908), Andalucía (1910), Ajimeces de ensueño (1914), Los nocturnos del Generalife (1915) y El encanto de la Alhambra (1919), con la inclusión de canciones y coplas gitanas y romances moriscos, hace hincapié en su predilección por lo andaluz, lo oriental y lo morisco granadino. Por entonces, Villaespesa se ha convertido en uno de los poetas más populares de España.

No obstante, la poesía no es su único talento. En 1911, se revela como dramaturgo, al ponerse a escribir tragedias que pronto logran mucho éxito.

Por la época, el teatro español romántico está en decadencia, carece de temas de interés y de vitalismo. Villaespesa, junto con Valle-Inclán, Eduardo Marquina y Joaquín Dicenta, entre otros, consigue renovar el teatro, dándole un giro lírico para elevarlo al rango de poesía. Su escritura se suele asociar a la de José Zorrilla por lo que se refiere a los temas históricos o legendarios, mientras que su fuerza de evocación y sensualidad modernista le acercan más bien a Rubén Darío. Su primera tragedia en verso, El Alcázar de las perlas, se estrena en Granada en 1911. Siguen Abén Humeya y Doña María de Padilla (1913), La Leona de Castilla (1915), y Judith (1917).

Paralelamente, Villaespesa hace incursiones en el mundo de la narrativa; es autor de unas diez novelas cortas en prosa: El último Abderramán (1909), Amigas viejas (1917) y La ciudad de los ópalos (1922), entre otras.

En 1917, viaja por primera vez a América Latina, pasando por Cuba, México, Puerto Rico, Venezuela, etc. Logra sostenerse económicamente dando conferencias y recitales poéticos; pero lo que le interesa realmente es escribir teatro. De esta etapa trasatlántica, destacan Hernán Cortés, Simón Bolívar, El sol de Ayacucho, y El burlador de Sevilla.

Durante una estancia en Brasil en 1931, sufre un ataque de apoplejía y, con la mitad del cuerpo paralizado, es repatriado a España por el Gobierno de la República española, que luego le otorgaría una pensión en reconocimiento por su aportación a la literatura castellana. Sigue escribiendo y publica Agustina de Aragón, antes de fallecer el 9 de abril de 1936 de las consecuencias de la arterioesclerosis e hipertensión. A su entierro acudirían numerosas personalidades políticas, como el ministro de Estado, y literarias, que le harían un homenaje a la altura de su fama.

(Servicio de Información Bibliográfica)