Tras estudiar en el instituto San Isidro, en 1871 se licencia en Derecho y Filosofía y Letras. Un año después, cuando acaba de cumplir los dieciocho, se doctora en ambas carreras, y será envidiado y receptor de las burlas de alumnos de su propia edad o incluso mayores. También será nombrado Secretario General de la Compañía de Ferrocarriles, para la que su padre había trabajado como ingeniero. No pudo obtener la cátedra de Literatura de la Universidad Central, que ganará Menéndez Pelayo. Entre 1874 y 1876 publica los dos volúmenes de sus Apuntes para un curso de literatura latina.

Interesado por la política y simpatizante primero del Partido Republicano, tras la Restauración pasará a ingresar en las filas del Partido Liberal, y en 1881 es elegido diputado a Cortes por Soria. Desde muy pronto hizo gala de una gran capacidad oratoria que le dará fama, demostrando su profunda cultura y su gran poder de convicción. En 1888 es nombrado ministro de Fomento y ese mismo año se edita su obra Derecho parlamentario comparado.

Después de pasar por los ministerios de Gracia y Justicia y de Hacienda, en 1897, tras la muerte de su mujer, realiza un viaje a Cuba. Muy crítico con Sagasta y Weyler, cada vez se muestra más alejado de la línea dominante en el Partido Liberal, y en 1908 acabará dimitiendo debido a su postura en la discusión sobre la presencia de las órdenes religiosas en España. Tras realizar una gira por todo el país propugnando su reducción y la supresión de los latifundios, se convierte en uno de los políticos más populares y apreciados.

Presidente del Ateneo de Madrid, presidente de la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia, miembro de la Academia de Ciencias Políticas y Morales y de la Real Academia de la Lengua, su prestigio no paró de crecer durante los primeros años del siglo XX. Pese a su radicalidad, y tras varias crisis de gobierno, en 1910 Alfonso XIII le convoca para presidir el Consejo de Ministros. Más templado desde que ocupa su nuevo puesto, tiene que afrontar diversos problemas: huelga de ferrocarriles, tensión con el ejército (aún colea el caso Ferrer Guardia), con la Iglesia, con los anarquistas, con Marruecos, con Cataluña… De todos estos retos supo salir con éxito, mostrando una gran capacidad para el diálogo y una firmeza respetada.

Además de estos logros, su acción de gobierno también incluyó la aprobación del Código Civil, la llamada “ley candado” de reducción de órdenes religiosas o la instauración del servicio militar obligatorio.

Pero sus políticas, aunque ampliamente respaldadas, le habían generado muchos enemigos, y el 12 de noviembre de 1912, mientras observaba el escaparate de una librería de la Puerta del Sol, un anarquista acabó con su vida. En poco más de dos años había encaminado al país hacia una serie de reformas que podrían haber modernizado y democratizado España. Su muerte truncó esta vía de regeneración y cambió la historia del país.

(Servicio de Información Bibliográfica)