Procedente de una adinerada familia de la burguesía, se casó con Germán de Salcedo y Somodevilla, quien sería primer marqués de Fuerte-Híjar y con quien compartía sus preocupaciones reformistas.

Como vía de introducción del pensamiento enciclopedista en España, acogió una tertulia en los salones de su palacio en la que recibió a lo más granado de la intelectualidad de la época, entre los que se encontraban el autor de sainetes don Ramón de la Cruz, el genial pintor Francisco de Goya, de quien además fue coleccionista, el político reformador Jovellanos, el también político y poeta Meléndez Valdés o el poeta humanista Nicasio Álvarez de Cienfuegos, de quien fue su protectora y quien le dedicó la obra La condesa de Castilla.

Presidenta de la Junta de Damas

Otra vertiente de su personalidad fue la de defensora de los desfavorecidos, en cuyo bien realizó diversos actos de beneficencia. Con este fin, ejerció de presidenta de la Junta de Damas, que fundó en Valladolid en 1793 y fue miembro de la Junta de Damas de Honor y Mérito de Madrid. Desde estas instituciones, y siempre acompañada de su amiga la condesa de Montijo, llevó a cabo una política progresista y modernizadora que buscaba sacar al país de su letargo. Curiosamente, una de sus acciones fue la reforma de las cárceles de mujeres. Pues bien, cuando su marido fue detenido en 1809 en el contexto de la invasión napoleónica, ella misma fue enclaustrada en un convento.

En su faceta artística, además de traducir La vida y obra del conde Rumford, gran filántropo a quien tomó como modelo, se encargó de redactar un poema en elogio de la reina María Luisa, a la que aconsejó menos fastuosidad y más preocupación por la educación y la industria. Precisamente, su afán por mejor la educación de las mujeres fue uno de los asuntos por los que más se preocupó. Esta misma intención se trasluce en La sabia discreta, obra de teatro breve en verso, de tono humorístico, en la que planteó su tipo de mujer ideal, a la vez sabia y discreta. Por su parte, El Eugenio, inspirada en una obra de Beaumarchais, es más larga (tres actos en lugar de uno), con tintes costumbristas y protagonistas aristócratas. Se trata de textos sin gran mérito artístico, pero que sirven como un excepcional retrato de parte de la sociedad de la época. Los manuscritos de ambas obras, escritas alrededor de 1803, se encuentran en la BNE.

(Servicio de Información Bibliográfica)