Hasta tiempos muy recientes el erudito local sólo podía dedicarse a los estudios vinculados a su territorio, estudios que el regionalismo decimonónico fomentó. Renacen los dialectos y las lenguas regionales y locales que la diglosia y la hegemonía del español o castellano había arrinconado, triunfan los juegos florales, emerge el nacionalismo regionalista. La desamortización también facilitó la aparición de la figura benemérita de los eruditos locales, a quienes tanto debe la historiografía.