La abundante bibliografía taurina muestra y demuestra que en España no había diversión sin toros, y que la fiesta más nacional seguía siendo “el hechizo de los españoles”. Las clases pudientes tenían la ópera y el teatro burgués y la enciclopedia Espasa; el pueblo, los toros y el llamado género chico (o zarzuela chica o teatro por horas). Después llegará el cinematógrafo, que triunfará como diversión interclasista. Hasta lo antitaurino es parte de la tauromaquia, aunque menor.